La tormenta
El sitio donde su Amo le cito era cutre, sucio, una nave abandonada, aislada de las demás fábricas. Ella coge el teléfono, y le llama, segura de que se trata de un error. -No, estás en el lugar adecuado para una guarra como tú. -Entra dentro, ponte la venda, y arrodíllate. -Ahora llegamos. Y le cuelga, mientras que ella está en shock... ¿Llegamos? ¿Quiénes?, se pregunta ella, una y otra vez, pero reúne valor, y empieza a caminar hacia el medio de la nave, llena de escombros. Sus tacones se escuchan fuerte, pisando el suelo de piedra y arena. A pesar del miedo que siente, mete la mano en el bolso, saca la venda de color verde oscuro que tiene dentro, deja el bolso sobre un armario que ve en un rincón, echa un vistazo al almacén -nave, y con la actitud tipo: sea lo que el destino (Amo) quiera que sea, se arrodilla y se tapa los ojos. Lo último que ve es la luz pálida del sol que despide un día más. Se queda en oscuridad, el corazón le late con fuerza, la mente no para de dar vueltas, ha empezado la lucha interior, entre la lógica y la obediencia hacia el Amo.
En todo este ruido mental, escucha un motor que se acerca, luego el apagón del mismo... y tres puertas que se cierran. Su respiración empieza a hiperventilar, hasta que escucha la voz de su Amo: -Tranquila, perra, tranquila. Ella se relaja, el instinto de quitarse la venda desaparece, y se siente a salvo. -Muy bien, me agrada verte tan obediente. Seguro que te has dado cuenta de que no estoy solo, vengo con compañía. Hoy vas a sufrir mucho. Tienes prohibido hablar, solo puedes agachar la cabeza. Ella baja la cabeza, y el tiempo para. Escucha pasos, ruidos, y... tacones. Cuando se da cuenta de que hay una mujer con su Amo, empieza a temblar, se imagina de quién se trata, y una rabia inexplicable le remueve las entrañas. - ¿Es tu mascota, Ángel?, escucha una voz masculina, y el temblor se acelera, quiere gritar, preguntar, salir corriendo. No hace nada de todo esto, se obliga a quedarse quieta, a cumplir, a servir. -Es ella, sí, y es mi bien más preciado. -¿Muy bien, Ángel, ahora vamos a disfrutar un poco de ella, te parece? -Adelante, contesta su Amo, os lo entrego a los dos.
Y allí es cuando la respiración de ella se intensifica de nuevo, a darse cuenta de que se equivocó, de que la mujer de los tacones no es la novia de su Amo. No le da tiempo de pensar, cuando siente unos brazos fuertes que tira de ella, la pone de pie, y con un gesto firme, le da un golpe en los tacones: -¡Fuera tacones!, ordena el amigo de su Amo, con una voz dura.-Las perras no llevan calzados.-Te quiero sucia y desnuda. Ella se quita los tacones, y de repente se siente más vulnerable todavía, el suelo está frío, y ella pequeña. Le llevan a un rincón, le ordenan que se arrodille, y siente como le atan las manos a una barra de hierro, con una cadena fría. Está tumbada en el suelo, con la cabeza agachada, los ojos tapados, a la merced de su Amo y dos desconocidos. Grita fuerte cuando siente el agua fría, le están tirando los tres agua, de cabeza a los pies. No puede respirar, el frío le corta la respiración.- ¡Ladra, perra!, y paramos, ordena su Amo, mientras que le siguen echando agua.
Ella se pone a llorar, le odia, mueve las cadenas con fuerza, quiere que paren, la humillación es demasiado, pero le obedece. Su primer ladrido es una mezcla entre llanto y un grito ahogado, el segundo va más fuerte, el tercero sale ya claro. Ella ladra con fuerza, humillada, furiosa, pero decidida. -¡Sigue!, me gusta. Esta vez la voz le pertenece a la mujer misteriosa. Y ella sigue, -hasta que sus lágrimas y su garganta se quedan secas. -¿Muy bien, quieres secarte? La sumisa aprueba con la cabeza, le levantan y la mujer empieza a desnudarla. Se queda desnuda, mojada, temblando de frío, de vergüenza, pero intenta mantener la compostura. La mujer le seca, primero el pelo, luego las axilas, la espalda, y por último, le ordena que abra las piernas, y le frota la zona íntima. -¡Basta ya!, grita el amigo del Amo, y la mujer para al instante. -Ven aquí, Teresa. -Tráeme el collar, nos vamos a divertir un poco más.
La mujer se aleja, y vuelve unos instantes después, se le acerca mucho, y ella siente como le ponen un collar en el cuello, y luego escucha el mismo ruido muy cerca. Se da cuenta de que hay una cadena que le une con el collar de la otra mujer, y al darse cuenta de que acaba de convertirse en la hermana de collar de una sumisa, empieza a llorar de nuevo. -Pequeña, relájate, no es mi sumisa, solo te tengo y te uso a ti, de momento, dice su Amo, y ella respira tranquila. -El que te va a usar es mi amigo, porque yo te cede a él y a su sumisa, esta noche.- Tienes totalmente prohibido desobedecerle y quitarte la venda. -Rafael, ya es tuya, hasta en la madrugada. Ella levanta la cabeza, mirando hacia la voz de su Amo, y sonríe. Se siente feliz, a pesar de que sabe que va a sufrir.(continuará)
Comentarios
Publicar un comentario