La tormenta (II)
Su Amo se marcha, pero ella está tranquila, serena. -Teresa, deja de moverte tanto! me pones nervioso, grita el Amo de su, ahora, hermana de collar. -Coge esto y échalo en la cabeza a la otra perra, me temo que la venda no es suficiente. Teresa coge lo que su Amo le ha tirado, y con las manos encadenadas, le tapa por completo la cabeza a Aurora. Es un saco. No se lo estaba esperando, y se asusta un poco. - Esto acaba de empezar... ¿Te crees preparada o quieres que llame a tu Amo, para rescatarte? Pregunta Rafael, con una voz burlona. -No, Señor, contesta ella, y antes de darse cuenta del error, siente en la espalda el primer golpe. - ¿Acaso tienes derecho para hablar? Y empieza el suplicio... 40 latigazos después, él para, y el llanto de ella se escucha en toda la nave. -Teresa, le puedes acariciar un poco, pero solo donde se ven las marcas.
Aurora siente la mano fría de la sumisa por toda la espalda, le toca con ternura, con cuidado, apenas rozando su piel. Tiene la piel en llamas, y sus caricias le alivia el dolor. -¿Te gusta, Teresa? - Sí, Amo, contesta ella, con una voz ronca. ¿Muy bien, si quieres, puedes jugar con ella, te la presto...? ¿Qué te gustaría hacerle? Aurora se estremece cuando escucha la respuesta. -Amo, me gustaría castigarla...me encanta verla llorar.-Puedo? - Sí, esta vez sí. Te voy a estrenar como Ama, puta. Y quién mejor que la muñeca de Ángel, para tu estreno. - Acuérdate, el golpe tiene que ser seco y firme, no dudes. Aurora está ya llorando, antes de que el infierno se apodere otra vez de su piel. Esta vez, los golpes caen también en sus pechos y en sus piernas. El látigo muerde con fuerza, el dolor es intenso, y la risa de la nueva Ama malvada... Aurora se mueve mucho, grita, llora, pero no dice la palabra de seguridad. El orgullo de ser la sumisa de su Amo es más fuerte que el dolor, y 37 azotes después, Teresa cesa el castigo.
Ahora solo se escucha el llanto de la sumisa, y su respiración acelerada, que poco a poco va volviendo a la normalidad, y las lágrimas desaparecen de su rostro. -Abrázala, Teresa, te necesita. Y las sumisas se funden en un abrazo caliente -frío, la montaña rusa de las sensaciones y sentimientos pueden con las dos. Teresa le aparta a su amiga el saco de la cabeza, le quita de la frente el pelo mojado por el sudor, y le besa. Es un beso dulce, nada agresivo. -Oohhh!, míralas, las dos putas, se quieren mucho, se ríe el Amo de Teresa.
Aurora está cachonda, quiere más... Teresa le mira, le sonríe, pero se aparta. La venda sigue tapándole la vista a Aurora. Le escucha a Teresa arrodillándose, y se da cuenta de que está haciéndole a su Amo una mamada, por el ruido que hace su boca. De repente, alguien le quita la venda, y lo que ve le vuelve loca de rabia y sorpresa, el gritó suyo se escucha hasta más allá de las paredes del almacén: delante de ella, en una silla, SU Amo le mira sonriente, mientras que tiene la cabeza y la boca de Teresa entre sus piernas, succionando con fuerza su miembro. Había estado en todo este tiempo, allí. -Bienvenida a la luz de mi noche, esclava. (continuará).
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